Por Jesús
Contreras Hernández
Cronista
Oficial de San Martín Texmelucan
El 11 de noviembre de 1984, el Arzobispo de Puebla Rosendo Huesca Pacheco dio posesión canónica como nuevo párroco al Presbítero Licenciado Pablo Gutiérrez Arellano. Este acontecimiento cambiaría el rumbo de la práctica local del catolicismo. El nuevo párroco era teólogo de la liberación, y este hecho signaría las creencias, las prácticas y las obras sociales que impulsaría en la ciudad, en cuya labor fue apoyado por un conjunto de fieles que participaron en su proyecto pastoral. Hoy les platicaremos de un hombre santo “El Padre Pablo” o “Don Pablito”, quien el día de mañana cumple 27 años de haber fallecido.
La feligresía católica Texmeluquense también
guiada por “El Padre Pablo” su nuevo pastor redefinió su acción pastoral en la
región. En estos mismos años el paisaje religioso se redibujó al emprenderse la
reorganización de los territorios parroquiales: la Parroquia de San Martín
Obispo se convirtió en sede del Decanato, es decir, coordinaba su trabajo
pastoral con otras nueve parroquias y trabajaría a la par con otros cuatro
decanatos que formaban la zona pastoral poniente del arzobispado.
Asimismo, se procuró mejorar los servicios eclesiásticos,
diversas capillas ascendieron a parroquias y nuevos sacerdotes fueron enviados
a las localidades. El “Padre Pablo” inició la reorganización de la vida
parroquial: integró un nuevo consejo pastoral, procuró que los grupos
parroquiales pasaran de la evangelización a la acción social – principalmente
en pro de la familia-, redefinió celebraciones y diversas funciones festivas
–alejándose de los gastos onerosos para favorecer a los sectores empobrecidos- y
alentó la conformación de las organizaciones más representativas de su
pastoral: las comunidades eclesiales de base.
Al mismo tiempo organizó el territorio
parroquial en seis sectores y, en cada uno de ellos, reconoció diversas
carencias tanto espirituales como materiales, que la acelerada modernización
del municipio había generado: colonias nuevas sin servicios básicos, calles sin
pavimentar, ancianos enfermos y abandonados, personas con discapacidad sin
atención médica, madres solteras con trabajos precarios y escasa preparación
escolar. La teología de la liberación llegaba a los más desprotegidos.
Estos aspectos precisaron finalmente los
ámbitos del trabajo pastoral: salud, educación, deportes. A partir de entonces
redefinió el área litúrgica y social y conformó la profética. El peso de cada
una de ellas varió grandemente en esta época, siendo la más grande e importante
la Pastoral Profética, la cual congregó a las comunidades eclesiales de base y
a los grupos de Catequistas, Pláticas Pre-sacramentales, Evangelización y
Espiritualidad.
La Pastoral Litúrgica comprendió los grupos
llamados Cursillos de Cristiandad, Unión Femenina Católica Mexicana, Adoración
Nocturna, Retiristas, Movimiento Familiar Cristiano, Círculo Guadalupano,
Scouts. En la Pastoral Social se organizaron grupos que brindaron servicios de
salud a bajo costo, contaron con un dispensario médico y una farmacia; congregó
también grupos de personas con limitaciones físicas, de ahorro popular, club de
la tercera edad y deportes; reunió a jóvenes en el Movimiento Juventud 2000,
integró el Centro de Derechos Humanos, y se impartieron cursos básicos y
manualidades en el Centro de Atención Pastoral.
En su conjunto, estas organizaciones
parroquiales llegaron a aglutinar entre 350 y 400 personas con diversos anhelos
espirituales, experiencias devocionales y condiciones sociales. Particularmente,
en cada sector el párroco preparó a diversos miembros de los grupos
parroquiales preexistentes como agentes de pastoral: personas con deseos de
evangelizar, de anunciar la “buena nueva” a familiares, vecinos y amigos. Así,
los agentes de pastoral fueron inicialmente miembros del algún grupo parroquial
y, eventualmente, el párroco los convirtió en personajes claves que formaron
comunidades cristianas, y guardaron el vínculo entre éstas y la institución
eclesiástica.
En su dimensión social, las comunidades
eclesiales de base realizaron diversas actividades: entrega de despensas a
familias de escasos recursos, apoyo económico a personas enfermas, regalaron
ropa y juguetes en colonias pobres, organizaron comidas para gente necesitada,
visitaron regularmente el asilo y recaudaron fondos a través de bazares y
reuniones sociales.
En la labor parroquial, “Don Pablo” recibió el
apoyo de las organizaciones de comerciantes y eso fue fundamental. Los
comerciantes, agrupados en gremios, apoyaron decididamente su labor parroquial;
y, junto al párroco, patrocinaron y presidieron diversas actividades
caritativas, sociales y educativas. Las organizaciones más destacadas que el
párroco y los fieles comerciantes encabezaron fueron: el asilo San Vicente de
Paul, el Movimiento Juventud 2000, el Centro de Derechos Humanos San Martín
Obispo de Tours.
La intensa actividad parroquial de “Don
Pablito” coincidió, en el terreno regional, con algunos cambios económicos y
políticos que favorecieron a los comerciantes que lo apoyaron en su labor. En
términos económicos, los comerciantes se favorecieron del crecimiento
exponencial, desde 1994, del tianguis –mercado público– de San Martín que lo
consolidó como el núcleo comercial más grande de Latinoamérica. De esta manera,
los comerciantes se convirtieron en una nueva élite económica regional.
En el ámbito mundial la labor del “Padre Pablo”
coincidió con el Papado de Juan Pablo II hoy un santo. En el marco nacional estuvo el hecho de que
en 1992 la legislación federal decretó el reconocimiento jurídico de las
asociaciones religiosas y su derecho a participar en la vida pública; y en el
contexto local había cambios en el poder político regional, el PAN en 1987,
obtuvo el primero de una serie de triunfos electorales, ganando la cabecera
municipal. Ello le permitió el reconocimiento de las asociaciones religiosas de
asistencia, beneficencia y educación, presididas por los católicos e integradas
con su accionar.
El
“Padre Pablo” tenía presencia,
carisma, liderazgo e influencia en la moral no solo de sus feligreses, sino de
los actores sociales y políticos de su parroquia y decanato. Sus tareas tenían
como objetivo a los niños, las madres solteras, los niños de la calle, los
ancianos en abandono, los jóvenes con problemas de drogadicción, alcoholismo, y
las familias con violencia intrafamiliar. Incluso su perfil de psicólogo le
permitió diferenciar los trastornos de la mente de los actos malignos que
también atacó, pues era exorcista. Falleció
el domingo 24 de enero de 1999 a las 2:45 de la madrugada, por problemas
pulmonares; murió en el marco de la cuarta visita de Juan Pablo II a México;
justo en esos días. Hoy les recordamos con amor y gratitud.
La
vida y obra de Don pablo no fueron en vano. Hoy existe la Comisión de Derechos
Humanos “Martín de Tours” con pleno reconocimiento de las comisiones estatal y
nacional de los derechos humanos; así mismo la Plaza comunitaria “Lic. Pablo
Gutiérrez Arellano” que permite a los adultos mayores terminar su educación
básica; y el “Albergue Padre Pablo Gutiérrez
Arellano” para personas con alcoholismo y drogadicción que funciona en Orizaba;
entre otros testimonios vivientes y fehacientes. Agradecemos parte del material
facilitado al Periódico “El Despertar de Texmelucan” al Archivo Histórico
Municipal y a la Maestra. Sabeli Sosa Díaz.